El otoño europeo trae luz dorada, temperaturas templadas y viñedos y bosques en cambio de color, un escenario perfecto para conducir o viajar en tren por carreteras secundarias y valles tranquilos sin las multitudes del verano, aprovechando además mejores precios y festivales de temporada en septiembre y octubre.
Estas cinco rutas combinan paisajes fotogénicos, pueblos históricos y gastronomía local, con etapas cortas que invitan a parar en miradores, mercados y bodegas, manteniendo logística sencilla y ambiente sereno propio de estas fechas.
1. Valle del Mosela 
Entre Koblenz y Trier, el Mosela serpentea entre viñedos en terraza y castillos que se asoman a curvas perfectas del río, con pueblos como Cochem y Beilstein que en otoño se visten de ocres y ofrecen tabernas para catar federweißer y tartas saladas mientras baja el sol.
Miradores como Calmont o la curva de Bremm regalan encuadres amplios para fotografía, y las ciclovías ribereñas permiten pedalear con pendientes suaves, enlazando bodegas familiares y embarcaderos en jornadas sin prisa.
2. Alentejo interior 
Desde Évora a Monsaraz y Marvão, el Alentejo despliega dehesas, encinas y castillos fronterizos que se disfrutan mejor cuando cede el calor, con carreteras comarcales y menhires, olivares y bodegas de talha que guardan vinos criados en ánforas.
El otoño anima rutas a pie por murallas y miradores, y la cocina de cuchara —açorda, migas y porco preto— marida con tintos robustos en comedores sencillos y acogedores, ideales tras tardes de luz suave.
3. Friuli Collio y colinas julianas 
En el noreste italiano, las colinas del Collio ofrecen viñedos ondulantes, caseríos y pequeñas osterie donde los blancos locales brillan, con carreteras estrechas y miradores que encuadran valles hacia Eslovenia.
Entre bodegas íntimas y ciudades como Gorizia o Cividale, la estación trae salas de cata tranquilas, puentes medievales, claustros silenciosos y laderas en degradés que invitan a detenerse cada pocos kilómetros.
4. Ruta de los Cárpatos eslovacos 
Los Tatras y Cárpatos menores concentran bosques dorados, lagos glaciares y aldeas de madera, accesibles por carreteras de montaña y teleféricos que ahorran desnivel para quienes buscan vistas amplias sin exigencia física.
Pensions familiares, quesos ahumados y ferias locales suman calidez a días de cielos diáfanos, con senderos señalizados y afluencia moderada tras el pico de verano.
5. Selva Negra meridional 
La Schwarzwald al sur, entre Freiburg, Titisee y Feldberg, combina bosques cerrados, valles con granjas, lagos de espejo y pastelerías clásicas para una ruta que alterna miradores y spas termales al final del día.
En otoño, los abetos contrastan con caducifolios encendidos, y la infraestructura impecable facilita improvisar paradas, enlazando carreteras panorámicas con senderos cortos junto al agua.
Yuniet Blanco Salas